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Portada - Vista de las grandes murallas megalíticas que rodean la Acrópolis de Chimalacatlán. Algunas de las piedras miden más de 3 metros de largo, con un peso estimado de entre 5 y 8 toneladas. Fuente: Marco Vigato

Tamoanchán: en busca de la cuna perdida de las civilizaciones mesoamericanas

Las leyendas nahuas más antiguas hablan de un lugar mítico llamado Tamoanchán, considerado la cuna de todas las civilizaciones mesoamericanas y una especie de paraíso terrestre del cual los ancestros de los aztecas y toltecas saldrían a repoblar la tierra después del Gran Diluvio.

Según el historiador colonial Bernardino de Sahagún (1500-1590), los habitantes originales de Tamoanchán habían venido del mar: “Dicen que llegaron a esta tierra para reinar sobre ella (...) vinieron del mar en barcos, una multitud de ellos, y desembarcaron en la orilla del mar, hacia el norte (...) desde allí siguieron, buscando las montañas blancas, las montañas humeantes ( ...) dirigidos por sus sacerdotes y por la voz de sus dioses. Finalmente, llegaron al lugar que llamaron Tamoanchán (...) y allí se establecieron”. Estos hombres sabios inventaron los libros sagrados, el recuento del destino, el libro de los años y el libro de los sueños. Tamoanchán ha sido identificado desde entonces con varios lugares del antiguo México, entre ellos Tula y Teotihuacán, pero éstas son asociaciones posteriores de una época en que su verdadera ubicación ya se había perdido y se había visto envuelta en la leyenda.

 

 

La civilización mesoamericana más antigua

Las tradiciones históricas más antiguas ubican a Tamoanchán lejos de la costa, en la provincia de Cuauhnáhuac, cerca de la actual Cuernavaca. Desde allí, las tribus que se convertirían en los antepasados ​​de todas las civilizaciones mesoamericanas posteriores se expandieron al norte, este y sur para dar lugar a las civilizaciones de los toltecas, los olmecas y los mayas. Estos pueblos se llamaban a sí mismos los Chan, el ‘Pueblo de la Serpiente’, y el mismo nombre de Tamoanchán podría proceder de ellos.

 Sección casi perfecta de un muro megalítico en Chimalacatlán, extendiéndose a lo largo de una especie de callejón. (Marco Vigato)

Sección casi perfecta de un muro megalítico en Chimalacatlán, extendiéndose a lo largo de una especie de callejón. (Marco Vigato)

En 1911, el obispo de Cuernavaca, Francisco Plancarte y Navarrete, formuló la teoría de que Tamoanchán era un lugar real, cuyas ruinas se encontraban en la zona sur del estado de Morelos. El obispo creía que la civilización de Tamoanchán era aún más antigua que la de los olmecas y se había extendido por todo Mesoamérica desde un único punto de origen. Algunos años antes, Plancarte y Navarrete había recopilado rumores sobre el descubrimiento de inmensas ruinas de piedra en las remotas montañas de la Sierra de Huautla, al sur de Cuernavaca, que él creía podrían señalar la ubicación de Tamoanchán. Estas ruinas eran de tipo ciclópeo, completamente diferentes de las toscas construcciones de los aztecas y de una antigüedad tan remota que ningún registro de sus constructores había sobrevivido en las crónicas de la Conquista.

Esquina de la misma estructura en Chimalacatlán. (Marco Vigato)

Esquina de la misma estructura en Chimalacatlán. (Marco Vigato)

Las ruinas fueron redescubiertas de nuevo en 1948 por la arqueóloga Florencia Müller, quien, de manera similar, las consideraba de una gran antigüedad. Ante la ausencia de restos mediante los cuales realizar una datación, las atribuyó provisionalmente a los olmecas, cuya presencia en la región está atestiguada desde al menos el 1200 a. C. Las estructuras de mayor tamaño estaban ubicadas cerca del pueblo de Chimalacatlán y consistían en varias plataformas de piedra megalíticas que ocupaban la cima artificialmente nivelada del Cerro del Venado. Los muros supervivientes aún alcanzan una altura de casi 8 metros en ciertos puntos y fueron construidos con enormes bloques de piedra que miden hasta 3 metros de largo, colocados en hileras regulares sin mortero. Sin duda, se realizaron inmensos esfuerzos para la construcción de estos enormes muros y terrazas, pero no se pudo encontrar rastro alguno de sus constructores y habitantes originales. La única cerámica y las pocas tumbas encontradas en el lugar datan de un período muy posterior a la construcción de los muros. Tampoco había ningún rastro de las estructuras que se pretendía construir sobre las plataformas megalíticas.

Chimalacatlán: El muro de contención inferior del ‘Templo’ muestra una obra de mampostería muy fina, con uniones precisas y una construcción megalítica sin mortero. Los cimientos del muro descansan directamente sobre el lecho de roca natural que se ve debajo de la hilera inferior, que fue nivelado y aplanado artificialmente. (Marco Vigato)

Chimalacatlán: El muro de contención inferior del ‘Templo’ muestra una obra de mampostería muy fina, con uniones precisas y una construcción megalítica sin mortero. Los cimientos del muro descansan directamente sobre el lecho de roca natural que se ve debajo de la hilera inferior, que fue nivelado y aplanado artificialmente. (Marco Vigato)

Una gran plataforma de piedra medía unos 40 por 30 metros y habría albergado en el pasado un patio hundido delimitado también con bloques de piedra megalíticos. La superficie de la roca parcialmente tallada y algunos monolitos gigantes en las terrazas superiores de la estructura son todo lo que queda de un gran edificio inacabado que podría haber sido antiguamente un templo. Algunas de las piedras que se prepararon para la construcción, solo parcialmente desprendidas de la roca natural, hubieran pesado hasta 20 toneladas. Cerca también se encontraron varios fustes de columnas cilíndricas, midiendo cada uno de ellos aproximadamente 2,5 metros de longitud. Ciertamente se proyectaron más construcciones cerca de la cima de la colina, donde la roca fue aplanada y tallada artificialmente, pero o se desmantelaron o nunca fueron construidas. Aun así, las ruinas de Chimalacatlán no constituyen solamente el más grande y mejor conservado ejemplo de arquitectura ciclópea de toda Mesoamérica, sino posiblemente también el más antiguo.

Otra fotografía de la esquina de la misma estructura en Chimalacatlán. (Marco Vigato)

Otra fotografía de la esquina de la misma estructura en Chimalacatlán. (Marco Vigato)

Ciudades perdidas del Altiplano Mexicano

Con la excepción de algunas obras de consolidación realizadas por el Instituto Nacional de Historia y Antropología de México (INAH) a principios de la década del 2000, y a pesar de su enorme importancia histórica, las ruinas de Chimalacatlán permanecen hoy en un estado de abandono casi total. Sin embargo, no son en absoluto las únicas ruinas megalíticas de la zona. Cuando el famoso explorador y arqueólogo William Niven visitó la región en 1891, recordaba haber caminado durante millas entre las ruinas de antiguas viviendas que en el pasado habrían formado parte de una inmensa ciudad prehistórica: “muros derruidos, edificios en ruinas, enormes en tamaño más allá de la comprensión (...) marcaban las laderas tan lejos como el ojo alcanzaba”; escribió más tarde en sus diarios. Algunos de los edificios que encontró eran más grandes que los de Mitla y cubrían un área inmensa: “Debió ser una nación inmensa la que habitó aquí en el pasado”, observaba; “y esta ciudad, o cadena de ciudades, debía de ser sin duda tan grande como Babilonia, Tebas, Menfis y otras famosas ciudades de la antigüedad.”

Esquina de los muros de la plataforma inferior de Chimalacatlán, conservada hasta una altura de casi 8 metros (Marco Vigato)

Esquina de los muros de la plataforma inferior de Chimalacatlán, conservada hasta una altura de casi 8 metros (Marco Vigato)

En enero del 2019 fuimos acompañados en una expedición a la Sierra de Huautla por el profesor Rogelio Ortega Gallardo, responsable de Cultura del municipio de Tlaquiltenango. Nuestro objetivo era fotografiar las antiguas ruinas que se decía que existían cerca del pueblo de Huaxtla. Tal y como describió Niven hace más de un siglo, las ruinas cubren un área inmensa y se extienden sobre varias colinas y a través de grandes barrancos. En todas partes se podían ver restos de muros derruidos, pirámides muy deterioradas y plataformas de piedra.

Esta gran estructura colapsada en las ruinas de Huaxtla muestra partes de un muro megalítico construido con grandes bloques de piedra de basalto. (Marco Vigato)

Esta gran estructura colapsada en las ruinas de Huaxtla muestra partes de un muro megalítico construido con grandes bloques de piedra de basalto. (Marco Vigato)

Aunque la espesa vegetación solo permitía apreciar una pequeña parte del lugar, el estilo de las ruinas parecía ser totalmente similar al de Chimalacatlán, ya que consistía en enormes bloques de piedra megalíticos dispuestos en hileras regulares. Desafortunadamente, solo una pequeña parte de los muros permanecía intacta. El resto se había derrumbado hace mucho tiempo. Los aldeanos locales confirmaron que las ruinas se extienden a lo largo de varias millas en todas direcciones, pero nunca se ha realizado un mapeo sistemático del lugar. Según la información proporcionada por el profesor Ortega, se sabe que hay al menos 41 lugares con arquitectura megalítica solo en el municipio de Tlaquiltenango, que habría formado parte en el pasado de una cadena de ciudades casi continua. Existen además leyendas de una red de antiguos túneles que se extendería por toda la región, incluida una entrada amurallada ubicada bajo las ruinas del convento colonial de Las Bóvedas.

Otra fotografía de la esquina de la misma estructura en Chimalacatlán. (Marco Vigato)

Otra fotografía de la esquina de la misma estructura en Chimalacatlán. (Marco Vigato)

La desconocida civilización megalítica de México

Las misteriosas ruinas que se encuentran en la parte sur del estado de Morelos son de las más grandes que se pueden encontrar en todo el continente americano y también podrían ser de las más antiguas. Pertenecen a una época posiblemente anterior a la de los olmecas y podrían resultar ser las de la legendaria ciudad perdida de Tamoanchán, cuna de la civilización mesoamericana. Una poderosa civilización megalítica que reinó en el pasado sobre gran parte del centro de México y dejó tras de sí las grandes ruinas de piedra de datación desconocida que los posteriores invasores toltecas, mayas y aztecas se encontraron y se apropiaron siglos más tarde. La calidad de la mampostería de Chimalacatlán, así como los muchos más ejemplos de superficies talladas en la roca y arquitectura megalítica hallados por todo el centro de México, pondrían a esta civilización a la par, si no con las de Perú, al menos sí con la de los igualmente misteriosos constructores de las grandes ciudades ciclópeas de Italia, Grecia y Turquía. Solo podemos esperar que en los próximos años se revele nueva información sobre el pasado de esta fascinante región, ya que sus antiguas ciudades también han sido rescatadas de un olvido que duró siglos.

Esquina de una estructura construida con grandes bloques megalíticos de piedra en las ruinas de Huaxtla. La inclinación y las esquinas redondeadas de los muros recuerdan a las estructuras megalíticas de Perú. Obsérvese el uso de piedras más pequeñas para el relleno y las partes superiores de las paredes, lo que tal vez sea indicativo de dos fases diferentes de construcción. (Marco Vigato)

Esquina de una estructura construida con grandes bloques megalíticos de piedra en las ruinas de Huaxtla. La inclinación y las esquinas redondeadas de los muros recuerdan a las estructuras megalíticas de Perú. Obsérvese el uso de piedras más pequeñas para el relleno y las partes superiores de las paredes, lo que tal vez sea indicativo de dos fases diferentes de construcción. (Marco Vigato)

Imagen de portada: Vista de las grandes murallas megalíticas que rodean la Acrópolis de Chimalacatlán. Algunas de las piedras miden más de 3 metros de largo, con un peso estimado de entre 5 y 8 toneladas. Fuente: Marco Vigato

Autor: Marco Vigato

Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.

Marco Vigato publica regularmente artículos con los resultados de sus expediciones y fotografías en su propio blog dedicado a historia antigua, viajes de aventura y arqueología: https://unchartedruins.blogspot.com/

 

Referencias:

de Sahagún, Bernardino. Codice Matritense de la Real Academia. Folio 191,192. [Online] Disponible en: https://revistas.ucm.es/index.php/REAA/article/viewFile/REAA1010220189A/22458
Muller, Florencia. 1948. Chimalacatlan. Acta Anthropológica México. [Online] Disponible en: https://www.iberlibro.com/buscar-libro/titulo/chimalacatlan/autor/muller-florencia/
Plancarte y Navarrete, Francisco. 1911. Tamoanchan: El Estado de Morelos y el principio de la civilizacion. Imp. El Mensajero, Mexico. [Online] Disponible en: https://www.persee.fr/doc/jsa_0037-9174_1913_num_10_2_2873_t1_0572_0000_2
Tello, Mario Cordova and Sereno Uribe, Juan Pablo. Sur de Morelos: Chimalacatlan. INAH. [Online] Disponible en: https://docplayer.es/26310903-Sur-de-morelos-chimalacatlan.html
Turistico, Morelos. Turismo Tlaquiltenango. [Online] Disponible en: https://www.morelosturistico.com/espanol/pagina/z_146_Tlaquiltenango__Turismo.php
Wicks, Robert S. and Harrison, Roland H. 1999. Buried Cities, Forgotten Gods. Texas Tech University Press, p. 43. [Online] Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/297648656_Buried_Cities_Forgotten_Gods_William_Niven%27s_Life_of_Discovery_and_Revolution_in_Mexico_and_the_American_Southwest_Robert_S_Wicks_Roland_H_Harrison

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