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Portada - Lugar de ejecución en la antigua Roma. ‘Los esclavos crucificados’. Fedor Andreevich Bronnikov, 1878. Fuente: Dominio público

Descubierto en Italia el segundo (o tercer) esqueleto conocido de un crucificado

En el año 2007 fueron descubiertos los restos de un hombre de hace 2.000 años cerca de Gavello, localidad del norte de Italia situada al sudoeste de Venecia, y que según algunos expertos constituirían los segundos restos óseos de un crucificado jamás descubiertos. Los investigadores encontraron evidencias de que el hombre había sido clavado a una cruz de madera, de manera similar a cómo habría muerto Jesús según podemos leer en la descripción bíblica cristiana de la crucifixión.

Los nuevos hallazgos se han publicado en el número de abril del 2018 de la revista Archaeological and Anthropological Sciences (“Ciencias arqueológicas y antropológicas”) bajo el título “Estudio multidisciplinario de un trauma calcáneo en la Italia romana: ¿un posible caso de la crucifixión?.” Los investigadores inicialmente consideraron el entierro “inusual”, ya que “El cuerpo había sido enterrado directamente en el suelo en lugar de ser depositado en una tumba, y sin ajuar funerario alguno,” tal y como escribía la investigadora y co-autora del estudio Emanuela Gualdi, de la Universidad de Ferrara, en la revista italiana Estense.

 

 

Imagen del esqueleto hallado en el norte de Italia, que podría constituir la segunda evidencia arqueológica conocida de una crucifixión. (Imagen: Springer-Verlag GmbH Alemania, parte de Springer Nature 2018, ResearchGate)

Imagen del esqueleto hallado en el norte de Italia, que podría constituir la segunda evidencia arqueológica conocida de una crucifixión. (Imagen: Springer-Verlag GmbH Alemania, parte de Springer Nature 2018, ResearchGate)

Una evidencia fracturada

Esto hizo de los restos un ‘esqueleto objeto de interés’, y posteriores análisis exhaustivos dieron como resultado un estimulante descubrimiento: un agujero al parecer estratégicamente situado. Gualdi y sus investigadores observaban al respecto:

“En este caso concreto, a pesar de las malas condiciones de conservación, pudimos demostrar la presencia de señales en el esqueleto que indicaban una violencia similar a la crucifixión.”

Esta evidencia fue hallada en el único hueso del talón que se encontraba en el conjunto incompleto de restos. El área de la lesión es descrita como: ‘una única perforación que atraviesa el hueso’. Parecía distinta de otras perforaciones que estaban presentes en los huesos y que podrían estar ocasionadas por ‘factores biológicos’ como ‘la acción corrosiva de hongos y las actividades de carnívoros e insectos carroñeros’.

Sin embargo, no se encontró nada que pudiera sugerir que las muñecas habían sido atravesadas por un clavo, y el trabajo de investigación llegaba a la conclusión de que “la escasez de pruebas apunta a que los brazos podrían fácilmente haber sido atados a la cruz, como se cree que fue posiblemente el caso en el ejemplo de Jerusalén.”

El calcáneo derecho de Gavello. Una única perforación atraviesa el hueso. (Imagen: ResearchGate)

El calcáneo derecho de Gavello. Una única perforación atraviesa el hueso. (Imagen: ResearchGate)

El ejemplo de Jerusalén

El primer cuerpo crucificado descubierto históricamente fue hallado en unas labores arqueológicas realizadas en Jerusalén en el año 1968 por el Dr. Vassilios Tzaferis, mientras excavaban un cementerio judío datado entre el siglo II a. C. y el año 70 d. C.

El Dr. Tzaferis, que murió en el año 2015, fue un monje ortodoxo griego con anterioridad, y dirigió excavaciones en Ascalón, Beth Shean, Cafarnaum, Kursi, Tel Dan y Jerusalén, por nombrar solo algunas de ellas. En un artículo publicado en 1985 en la revista Biblical Archaeology Review, escrito por el Dr. Tzaferis y titulado Crucifixion — The Archaeoligical Evidence (“Crucifixión la evidencia arqueológica”), el investigador afirmaba que los romanos no crearon de hecho esta forma dolorosamente tortuosa de morir:

“Mucha gente asume erróneamente que la crucifixión fue una invención romana... [pero] asirios, fenicios y persas ya practicaron la crucifixión a lo largo del primer milenio a. C.”

La prueba de una crucifixión: el hueso del talón y el clavo hallados en el osario de Yehohanan, descubierto en Jerusalén en1968. (Cortesía del Museo de Israel. Fotógrafo: Ilan Shtulman)

La prueba de una crucifixión: el hueso del talón y el clavo hallados en el osario de Yehohanan, descubierto en Jerusalén en1968. (Cortesía del Museo de Israel. Fotógrafo: Ilan Shtulman)

El ejemplo de Jerusalén presenta un clavo de 4.5 pulgadas (11,5 centímetros) martillado para que atravesara el talón, y fue hallado junto con parte de la madera de olivo original aún adosada. Este hecho es considerado una prueba concluyente de que tuvo lugar la crucifixión.

El reciente descubrimiento es menos concluyente (no se ha encontrado ningún clavo), por lo que se están buscando nuevas pruebas circunstanciales en la tumba que puedan confirmar la teoría de la crucifixión.

Gualdi comentaba para Live Science que “No podemos saber si era un prisionero, pero la marginación de su entierro indica que probablemente fuera un individuo considerado peligroso o indigno en la sociedad romana.” La coautora Ursula Thun Hohenstein señalaba en la revista Estense que “La importancia del descubrimiento radica en el hecho de que es el segundo caso [de crucifixión] documentado en el mundo.”

Uso generalizado de la crucifixión

El estudio explica que los romanos adoptaron este castigo de los cartagineses, empleándolo hasta el siglo IV d. C. Había diferentes métodos de crucifixión, descritos ‘por los autores latinos y por una inscripción romana’, según podemos leer en el informe.

Según numerosos documentos históricos hubo miles de víctimas de esta brutal forma de tortura y ejecución. El más conocido de ellos, por supuesto, nos llega a través del relato de la crucifixión de Jesucristo en el Nuevo Testamento, pero hay muchos más.

 ‘Crucifixión de Cristo con santos’, óleo de Pietro Perugino, circa 1485-90. (Dominio público)

 ‘Crucifixión de Cristo con santos’, óleo de Pietro Perugino, circa 1485-90. (Dominio público)

Documentos anteriores nos hablan de Alejandro Magno crucificando a 2.000 supervivientes de la toma de Tiro, según escribe el historiador romano Quinto Curcio Rufo en su “Vida de Alejandro,” tal y como podemos leer en un artículo de G.W. Thielman, quien también cita una crónica de Apiano según la cual 6.000 gladiadores y esclavos seguidores de Espartaco fueron crucificados por Marco Licinio Craso tras la Tercera Guerra Servil en el año 71 a. C. Añádanse 800 rebeldes fariseos... 2.600 para sofocar los disturbios tras la muerte de Herodes... 3.600 a manos de Gesio Floro y los cadáveres se van amontonando hasta alcanzar proporciones bíblicas.

Así pues, ¿dónde están todos estos montones de huesos con agujeros como prueba de las crucifixiones y el montón de clavos desparramados que los acompañarían? El estudio nos ofrece posibles explicaciones a esta incógnita.

Destrucción de pruebas

En primer lugar tenemos el problema de la ausencia de los restantes elementos de la crucifixión. Cualquier materia orgánica habría sufrido con el paso del tiempo una descomposición, lo que hubiera llevado a una virtual desaparición de la madera o las cuerdas utilizadas. En cuanto a los clavos de hierro, el estudio explica que ‘los clavos eran habitualmente recuperados después de la muerte’ [del crucificado].

Esto puede de alguna manera explicar la ausencia de evidencias, pero ¿qué pasa con los reveladores huesos agujereados? Bueno, parece que el reciclaje de los clavos podría también explicar este hecho. A fin de recuperar el clavo que había atravesado el hueso incrustándose en él, el método más fácil (a falta de un buen juego de pinzas de hierro fundido) era romper el hueso en el que se encontraba clavado. Al hacer esto quedaba prácticamente borrada toda señal de la presencia del clavo que había atravesado el hueso.

Parece probable que haya más evidencias, pero siendo las víctimas de esta práctica principalmente esclavos, extranjeros (los ciudadanos romanos rara vez eran crucificados) o revolucionarios, sus cadáveres no se encuentran generalmente entre los enterrados en los cementerios habituales.

Fotografía de la cueva de Abba con la inscripción. (CC BY-SA 3.0)

Fotografía de la cueva de Abba con la inscripción. (CC BY-SA 3.0)

¿Un clavo saca otro clavo?

Aunque el reciente hallazgo es bienvenido por aportar evidencias adicionales de lo que supuestamente era una práctica frecuente de la época, las pruebas físicas de crucifixiones siguen siendo increíblemente escasas. Hay sin embargo, un tercer ejemplo que es todavía objeto de estudio, a pesar de que se encontraron clavos junto con los huesos. La cueva de Abba fue explorada en 1970, y presuntamente albergaba, ‘los huesos de una persona de 25 años de edad — incluidos los de la mano con clavos incrustados’, según señala un artículo de Popular Archaeology. El hecho de que estos clavos penetraran o no en los huesos es algo que aún está por determinar, aunque las más recientes pruebas confirmarían que fue así.

Si un caso en el que se encontraron clavos junto con los huesos puede ser desestimado durante 35 años como prueba de una eventual crucifixión, ¿qué esperanza le queda al reciente descubrimiento frente a los argumentos de los escépticos?

Imagen de portada: Lugar de ejecución en la antigua Roma. ‘Los esclavos crucificados’. Fedor Andreevich Bronnikov, 1878. Fuente: Dominio público

Autor: Gary Manners

Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.

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