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Portada - Relieve del Hombre Verde, Museo del Louvre. (CC BY-NC 2.0)

La verdad sobre el mito de Cristo: El hombre verde y la leyenda de Jesús – 2ª Parte

Así pues, ¿cómo acabó la tan conocida leyenda del Hombre Verde convirtiéndose finalmente en la leyenda de Jesús? Empecemos repasando el mito del antiguo Hombre Verde y sigamos adelante en el tiempo hasta la época del Hijo de Dios cristiano.

 [Leer 1ª Parte]

 

 

El Hijo de Dios hindú

Cuando el conquistador macedonio Alejandro Magno llegó a la India, observó una gran cantidad de rituales en los que se veneraba la efigie de un Hijo Divino que le recordaba a su amado Dionisos. Esta semejanza resultaba tan evidente que Alejandro y sus hombres se sintieron finalmente en la obligación de exclamar: “Conocemos a vuestro Hijo Divino, también es el nuestro. Nosotros le llamamos Dionisos.”

La figura central de esta vasija decorada representa a Dionisos empuñando un Tirso. (Public Domain)

La figura central de esta vasija decorada representa a Dionisos empuñando un Tirso. (Public Domain)

De hecho, resultaba tan parecido el Hijo Divino hindú a Dionisos que surgió la leyenda de que el Hijo de Dios griego habría nacido en la India o pasado gran parte de sus primeros años siendo criado allí antes de viajar hasta Grecia. Además, se descubrió una ciudad llamada Nisa en la India, el mismo nombre de la ciudad en la que nació Dionisos en Occidente según la tradición, con lo que los ‘Hijos Divinos’ de griegos e hindúes se convirtieron en sinónimos. El nombre Dionisos significa “el Dios de Nisa.”

Al igual que su equivalente griego, el siempre joven y afeminado Dionisos, el Hijo Divino de los hindúes era a menudo representado por la figura de un prepúber: Murugan, que significa “el bello.”

Sanat Kumara 

Entre sus otros nombres están los de Sanat Kumara y Kartikeya, título que significa “Hijo de las Pléyades.” Tanto el dios griego Dionisos como el hindú Kartikeya estaban íntimamente relacionados con las “Siete Hermanas” (las Pléyades), que siendo ellos niños se manifestaron físicamente como sus niñeras. Y al igual que Dionisos, Kartikeya/Murugan habría nacido de la Madre Tierra, la Shakti hindú, nombre que significa “Energía”, al aparearse ésta con el invisible Padre Celestial, Shiva.

Dionisos crucificado con las siete estrellas de las Pléyades brillando en el firmamento. (Public Domain)

Dionisos crucificado con las siete estrellas de las Pléyades brillando en el firmamento. (Public Domain)

Tanto Dionisos como Murugan se convirtieron en soberanos de la Tierra, pero también fueron famosos como grandes guerreros que combatían empuñando diferentes versiones de su arma favorita: la lanza. Dionisos portaba el Tirso, y Murugan se enfrentaba a sus enemigos en el campo de batalla utilizando su lanza “Vel”. Tanto Dionisos como Murugan se convirtieron finalmente en comandantes de grandes ejércitos de nobles soldados, que luchaban por Zeus o por Shiva, el Padre Celestial.

Joven Dionisos empuñando el Tirso. (Public Domain)

Joven Dionisos empuñando el Tirso. (Public Domain)

Murugan con la lanza Vel (Public Domain)

Murugan con la lanza Vel (Public Domain)

La herencia solar de Mitra

En la misma época en la que Alejandro y sus hombres se daban cuenta de las similitudes existentes entre Kartikeya y Dionisos, otro equivalente de estos dos Hijos Divinos era venerado tanto en la India como poco tiempo después en Persia. Se trataba de Mitra, el Hijo de Dios. El nombre de Mitra sugiere etimológicamente amistad, contratos, mediación y equilibrio.

El dios solar Mitra. (Public Domain)

El dios solar Mitra. (Public Domain)

Mitra guarda relación con el equilibrio que nace de la unión de la polaridad universal masculino-femenino. Como Kartikeya y Dionisos, Mitra era el resultado de la polaridad universal. Su madre era la Tierra, y su Padre Solar Celestial era conocido por el nombre de Ahura Mazda. Tanto Murugan como Mitra mostraban de forma explícita su ascendencia solar por medio de sus característicos estandartes solares, así como teniendo entre sus animales más sagrados al colorido gallo. Reconocido en todo el mundo como el animal solar por excelencia, el gallo canta todas los días para garantizar el nacimiento del sol cada mañana.

Mitra (izquierda) en un relieve de investidura del siglo IV d. C., Taq-e Bostan, Irán Occidental. (CC BY 2.5)

Mitra (izquierda) en un relieve de investidura del siglo IV d. C., Taq-e Bostan, Irán Occidental. (CC BY 2.5)

Mitra fue finalmente adoptado por los persas convirtiéndose en Mithras, el adorado monarca-guerrero-general de las legiones romanas. Mitra o Mithras se identificaba con el espíritu encarnado por los muchos emperadores romanos que ocupaban el trono del mundo y se proclamaban reyes universales. Por otro de sus nombres Mithras era el Sol Invictus, un epíteto sinónimo de Padre Solar Celestial. A fin de honrar a su adorado Mithras, el emperador Carlomagno eligió el domingo, día del sol, como el día sagrado de la semana por excelencia.

Jesús, encarnación del Hombre Verde

Ahora es el momento de abordar la leyenda de Jesús, de quien creen los cristianos que es el Hijo de Dios y que sigue siendo a día de hoy una de las últimas versiones del antiguo Hombre Verde. Su ascenso a la fama dio comienzo en la cumbre de la popularidad de Mithras, cuando un futuro soldado romano de nombre Saulo nació en Tarso de Cilicia, el gran bastión de la fe mitraica en Oriente Medio. Desde una edad muy temprana, Saulo o Pablo fue adoctrinado en los misterios de Mithras por los soldados romanos, a quienes servía a diario tejiendo sus tiendas. Mientras se criaba en Tarso, Pablo aprendió de estos soldados que Mithras había nacido en un pesebre de una madre virgen un 25 de diciembre, rodeado de pastores. Aprendió que Mithras era Uno con Ahura Mazda, su Padre Celestial, y que se había encarnado en la Tierra para realizar la tarea de su Padre. Y también se le instruyó en que tras una batalla prolongada con Ahrimán, el Maligno, Mithras reunió a doce discípulos para una Última Cena, en el transcurso de la cual todos los presentes consumieron una comunión de pan y vino, alimentos que simbolizaban respectivamente el cuerpo y la sangre del dios. Mithras murió poco después de esta cena, pero resucitó de entre los muertos tres días más tarde. A continuación, mientras se preparaba para su Ascensión a los Cielos, Mithras profetizó su retorno en el Fin de los Tiempos para librar su última batalla contra Ahrimán.

Cuando Pablo tuvo edad suficiente fue enviado a Jerusalén con otros soldados romanos para hacer guardia en algunos de los templos judíos de la ciudad. Según el historiador del cristianismo primitivo Epifanio, Pablo no era judío cuando llegó a Jerusalén, pero se convirtió a la fe judía tras enamorarse de la hija de un sacerdote judío y pretender su mano para casarse con ella. Al ser rechazada su proposición, Pablo descargó su furia en numerosos judíos, incluidos los Ebionitas, “Los Pobres,” una secta judía que defendía la figura de un hombre santo fallecido recientemente de nombre Jeshua ben Josef. Cuando Pablo tuvo conocimiento de toda su leyenda, muy pronto empezó a relacionar a Jeshua con el Hijo de Dios persa. Sus sospechas sobre el vínculo especial que unía a ambos personajes fue haciéndose cada vez más fuerte a medida que recordaba una profecía persa: que Mithras volvería a la Tierra en el Fin de los Tiempos para librar su última batalla contra Ahrimán. Según los sacerdotes del Templo de Jerusalén, el mundo se encontraba al final de la Era de Aries y el Fin de los Tiempos había llegado realmente, lo que encajaba perfectamente con el hecho de que Mithras se hubiese encarnado en esa época como Jeshua.

No obstante, la prueba más convincente a la hora de influir en el pensamiento de Pablo aún estaba por llegar. Ocurrió en el transcurso de su viaje a Damasco, cuando siendo aún soldado romano fue deslumbrado por una luz cegadora y arrojado de su caballo. Como ferviente devoto de Mithras, Pablo habría interpretado instantáneamente esta intensa luz como una manifestación de su adorado dios solar. Y poco después, cuando una voz brotó de la luz diciendo ser Jeshua y suplicándole que dejara de perseguir a sus seguidores, Pablo habría sabido con certeza que Mithras sin duda era sinónimo de Jeshua.

Detalle, ‘La conversión de San Pablo’. Pablo y sus compañeros son arrojados al suelo por una luz cegadora. (Public Domain)

Detalle, ‘La conversión de San Pablo’. Pablo y sus compañeros son arrojados al suelo por una luz cegadora. (Public Domain)

Cuando Pablo se retiró del ejército romano, muy poco después viajó por todo Oriente Medio para comunicar a los gentiles su descubrimiento: que el salvador del mundo había llegado y había resucitado. Y en el transcurso de sus viajes creó la nueva religión que sería conocida como “cristianismo”. En esta nueva fe, Mithras acababa por ser completamente asimilado por la figura de Jesús, que a partir de entonces adoptaría la historia de la vida, los títulos y las características adscritos originalmente al antiguo dios solar de los persas. Entre estos títulos se encontraban los de “el que es Uno con el Padre” y “Único Hijo de Dios.”

Gracias a San Pablo y a su mito de Cristo, el antiguo Hombre Verde se vistió con nuevas galas. Bajo la forma de Jesús, el antiguo Hombre Verde podía ahora recuperar su hegemonía como una de las figuras religiosas más veneradas que ha habido jamás en todo el mundo.

Imagen de portada: Relieve del Hombre Verde, Museo del Louvre. (CC BY-NC 2.0)

Autor Mark Amaru Pinkham

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