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Ancient Origins España y Latinoamérica

Arqueólogos españoles intentan reconstruir fragmentos del Libro de los Muertos egipcio

Desde hace ya catorce años, una veintena de arqueólogos, egiptólogos y especialistas españoles trabaja sobre la falda sur de la colina de Dra Abu el-Naga, junto a un equipo de más de cien obreros egipcios. Durante todo este tiempo, aunando esfuerzos, han estado estudiando cada rincón de la zona, escudriñando cada centímetro de una inmensa necrópolis rebosante de enterramientos pertenecientes a épocas muy distintas.

"Un laberinto que se acrecienta porque en época grecorromana, en el siglo II a.C., se rompen los tabiques de separación entre las grandes tumbas de Djehuty y Hery, se conectan entre sí y se convierte el interior de la montaña en unas catacumbas donde enterrar momias de ibis y halcones. Desde el comienzo planteamos nuestro trabajo como la excavación de una necrópolis. A los egipcios que nos visitan les sorprende, pero en realidad no hay nada sorprendente. Estamos ante una necrópolis con tumbas de distinta importancia y apariencia que abarca desde el 2000 a. C., durante la dinastía XI, hasta época grecorromana", explica José Manuel Galán, director del proyecto al diario español “El Mundo”.

Vista de la falda sur de la colina de Dra Abu el-Naga, emplazamiento en el que se desarrolla el Proyecto Djehuty. (Roland Unger/Public Domain)

Son muchos los hallazgos realizados a lo largo de casi 15 años de arduo trabajo, pero sin duda alguna, los más apasionantes son los textos extraídos del mítico “Libro de los Muertos” egipcio con los que el supervisor de tesoros Djehuty –a quien se debe el nombre de este proyecto arqueológico- mandó decorar la que debió de ser su tumba.

Djehuty fue un personaje importantísimo dentro de la corte de la reina Hatshepsut, un intelectual que quiso ir más allá de la clásica decoración de las sepulturas de su época. Por eso dio orden de que cubriesen los muros de su última morada con párrafos de lo que los expertos han traducido como Libro de la salida a la luz del día: un libro en el que se recogían los himnos, las oraciones, los ritos y los cánticos con los que se garantizaba que el alma de la persona fallecida superase el juicio de Osiris, cruzando el inframundo hasta alcanzar el ansiado y paradisíaco Aaru.

Algunos fragmentos del Libro de los Muertos desprendidos del techo de la cámara funeraria de Djehuty. (Fotografía: El Mundo / Proyecto Djehuty)

"Al terminar los trabajos, Djehuty pensó que la sala era muy pequeña y decidió romper dos paredes. En el proceso de ampliación se derrumbó parte del techo y fue enterrado en la antecámara. Nos vino muy bien porque, cuando llegaron los ladrones, saquearon esa estancia y quemaron su ataúd. La cámara sepulcral, en cambio, quedó intacta", continúa explicando Galán a El Mundo.

Por su parte, la historiadora y epigrafista Lucía Díaz-Iglesias detalla:

“Hemos rescatado 800 fragmentos que pertenecen al techo. Lo tenemos prácticamente completo. De lo que se trata es de recomponer los textos y estudiarlos. La de Djehuty es una de las primeras versiones del Libro de los Muertos escritas en tumbas. Primero se publica sobre ataúdes o sudarios, pero son soportes incómodos. Nos interesan las circunstancias técnicas del trabajo de los escribas y sus habilidades, porque fijándote en pequeños detalles puedes determinar cuál era su formación, si comprendían los textos que copiaban, los errores que cometían y cuantas veces tenían que mojar el pincel para trazar los signos.”

Pequeñas estatuillas descubiertas en una de las tumbas de la necrópolis. (Fotografía: El Mundo/ Proyecto Djehuty)

“Estamos llegando incluso a identificar distintas manos de escribas. Su formación les delata porque cuando escriben con rapidez se les escapan signos en Hierático [escritura, simplificando los jeroglíficos, con la que los escribas ganaban tiempo]. Al menos dos personas diferentes dibujaron el techo por la ortografía de las palabras, la forma de trazar los signos y su morfología”, añade por último la experta.

Imagen de portada: Tumba tebana TT255 de Dra Abu el-Naga perteneciente a Roy, alto funcionario de la corte que ejerció como escriba real durante el reinado de Horemheb, último faraón de la dinastía XVIII. Está decorada con pinturas de vivos colores en las que aparecen Roy y su esposa Nebtawy en presencia de diversos dioses egipcios. (Fotografía: kairoinfo4u: Horus/CC BY-SA 2.0)

Autor: Mariló T. A.