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Ancient Origins España y Latinoamérica

Hallado en Extremadura gran edificio de la enigmática Tartessos con 2.500 años de antigüedad

Con el nombre de Tartessos los antiguos griegos conocían a la que creían como primera civilización de Occidente. Una civilización que se desarrolló fundamentalmente, durante el Bronce tardío y la primera Edad del Hierro, en el triángulo formado por las actuales provincias españolas de Huelva, Sevilla y Cádiz, en la costa suroeste de la península Ibérica, aunque también se extendieron hasta la actual provincia de Badajoz. Los tartesios parece que desarrollaron una lengua y escritura distinta a la de sus pueblos vecinos y además, en sus últimas fases, manifestaron claras influencias culturales de egipcios y fenicios.

Sobre el origen de tan enigmática civilización ancestral se ha escrito mucho y, a pesar de ello, nada hay seguro todavía. Se ha llegado a decir que arribaron a la península con los Pueblos del Mar o, incluso, que quizás fuesen pueblos indoeuropeos, precursores de la cultura celta, o gentes procedentes de las estepas al norte del Cáucaso, o que podrían haber traído el Neolítico y la agricultura desde Oriente Próximo.

Área aproximada de extensión e influencia de la civilización de Tartessos. (Té y kriptonita/GNU Free)

Desde su aparición en el Bronce tardío (1200-900 a. C) hasta su desaparición, ocurrida alrededor del año 500 a. C. pasaron de ser pequeños grupos o clanes a convertirse en poblados ubicados tras murallas que hacían gala de magníficas creaciones orfebres y que adoptaron técnicas como el torno de alfarero, la filigrana y granulado en orfebrería, el gusto por los modelos suntuarios orientales o la incineración para sus muertos.

Su economía estaba basada en la metalurgia y la exportación de oro, plata, cobre, estaño, hierro y plomo: el oro abundaba en los ríos del sur y el oeste peninsular,  la plata en Huelva y el curso alto del Guadalquivir, el cobre y el estaño lo obtenían del occidente peninsular y británico y, finalmente, la metalurgia del hierro debió ser introducida por los fenicios, que la conocían gracias a sus relaciones con los hititas.

Asimismo, las rutas comerciales fueron un factor clave para su economía. Sus barcos navegaban por el Atlántico hasta las actuales islas británicas y remontaban una buena parte del curso de los ríos Tartessos (Guadalquivir) y Anas (Guadiana). Utilizaban asimismo rutas terrestres que llegaban al Tajo y a la Meseta Central. Por todas ellas circulaban los lingotes metálicos, de forma rectangular, que después se exportaban al Oriente Próximo a través de los mercaderes fenicios y griegos. A cambio de los metales, recibían joyas, ungüentos, aceite y vino, así como telas y otros productos manufacturados. Este trueque fue muy importante, ya que facilitó el intercambio de aspectos culturales y religiosos. La agricultura, la ganadería y la pesca fueron también muy importantes, especializándose en el cultivo de cereales, sin olvidar las huertas y los frutales.

Bronce tartésico conocido como «Bronce Carriazo», en el que aparece representada la diosa fenicia Astarté como diosa de las marismas y los esteros. Museo Arqueológico de Sevilla, España. (José Luiz Bernardes Ribeiro / CC BY-SA 3.0)

Tartessos desapareció abruptamente de la historia. Una de las posibilidades es que fuera barrida por Cartago, por Gadir −metrópolis fenicia que podía ambicionar el control del comercio de los metales− o, quizá, por los pueblos de la meseta. Lo que sí es cierto es que, tras su desaparición, fue Cartago la que se convertiría en dueña absoluta del Mediterráneo.

Ahora, según informaciones publicadas por el diario español El País, arqueólogos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, (CSIC) se hallan excavando en la comarca de Las Vegas del Guadiana, Badajoz, una gran construcción de hace 2.500 años de la que ya han recuperado puntas de lanza, vasijas, anzuelos, una insólita parrilla y hasta un gigantesco caldero de bronce.

La insólita parrilla de bronce que ha aparecido en una de las habitaciones de la colosal construcción descubierta en el yacimiento del Turuñuelo (Badajoz). (Fotografía: El País/Carlos Martínez)

Es allí, en pleno yacimiento del Turuñuelo, donde se ubica la mayor edificación (algo más de una hectárea) de aquella época. Una construcción que también es la mejor conservada hasta ahora y en donde hace pocos días acaban de desenterrar una pieza metálica decorada en un extremo por dos palomas que flanquean una piel de toro: símbolos divinos típicos de la cultura tartésica.

“Estamos al final de la época tartésica, en el siglo V antes de Cristo. El núcleo central está en el Guadalquivir y Huelva, pero después de una crisis económica en el siglo VI, hay un gran movimiento de población hacia el interior. Y esa gente que se instala en el Guadiana construye estos enormes edificios. (…) De momento, podemos decir que tiene un sentido de culto clarísimo”, explica el investigador del CSIC y director del Instituto de Arqueología de Mérida, Sebastián Celestino en declaraciones recogidas por el periódico El País.

Aunque aún se desconoce la verdadera finalidad de estas construcciones −los trabajos no han hecho más que empezar y apenas se ha desenterrado el 10%.− lo que sí es común a éste y otros edificios tartesios es que todos ellos fueron destruidos por sus propios moradores, incendiados y finalmente sellados con arcilla.

“A finales del siglo V a. C. y principios del IV a. de C., empiezan a llegar los pueblos del norte, de etnia céltica, así que los destruyen para preservarlos de las invasiones, para que pasen a la posteridad sin que sean violados”, continúa explicando el experto.

Pieza metálica decorada por dos palomas que flanquean una piel de toro: símbolos divinos típicos de la cultura tartésica. (Fotografía: El País/Carlos Martínez)

“El hecho de que se abandonasen a la vez indica que forman parte de un mismo sistema político. Parece que el territorio en esta época se organizaba alrededor de estos edificios, como el Cancho Roano o el Turuñuelo, y que a partir de ellos se articulaba la explotación del entorno. Existía, además, un yacimiento de mayor envergadura, el Tamborrio, en Villanueva de la Serena, que tendría una capacidad política mayor; lo que todavía es complicado de determinar es qué relación existía entre unos y otros centros. (…) Conocer la cultura tartésica es bastante complicado por todas las incógnitas que giran en torno a ésta, pero sí es verdad que los restos materiales del Valle Medio del Guadiana nos permiten documentarla por su buen estado de conservación.”, indica por su parte Esther Rodríguez, codirectora de las excavaciones en El Turuñuelo.

Celestino, Rodríguez y Melchor, un obrero especializado en este tipo de trabajos desde hace dos décadas, están a punto de terminar la segunda acometida a la excavación del Turuñuelo: tras descubrir una habitación principal de 70 metros cuadrados, han encontrado un gran pasillo que da a una serie de habitaciones, de las que han excavado una.

La estancia principal, de 70 metros cuadrados, cuyo uso estaba claramente vinculado al culto según los investigadores. (Fotografía: El País/Carlos Martínez)

Los arqueólogos han encontrado además una rarísima bañera o sarcófago de 1,70 metros de largo que descubrieron en uno de los tres ambientes en que se divide la estancia principal, en cuyo centro se levantó un altar de adobe con forma de piel de toro extendida.

“Lo llamamos bañera o sarcófago por su forma. Está hecho con un material extraño a base de cal y no sabemos qué contenía; no tiene ningún orificio de salida y, por lo tanto, puede ser para contener agua, para hacer algún tipo de ritual que se nos escapa”, explica el investigador Sebastián Celestino.

El yacimiento del Turuñuelo es de tal riqueza que tiene desbordados a los investigadores quienes, una vez llenos de piezas arqueológicas los contenedores que portaban, se han visto obligados a reciclar cajas de helados o de gominolas que consiguen en el bar del pueblo.

Elemento con forma de bañera: uno de los hallazgos más insólitos del yacimiento tartésico del Turuñuelo, en Badajoz. (Fotografía: El País/Carlos Martínez)

Ahora, los tres especialistas preparan un plan para calcular qué inversión será necesaria para seguir adelante cuando se acaben los fondos aportados este año por el Plan Nacional de Investigación y la Junta de Extremadura.

“Hay que reservar un dinero importante para los diferentes análisis y para restaurar todo lo que está saliendo, que es muchísimo. Estamos hablando de mucho tiempo, dependiendo de la inversión. Si es fuerte, pues serán menos años”, apostilla finalmente Celestino.

Imagen de portada: Fotografía del altar. Siempre se mantuvo en el mismo lugar, en el centro de la mayor estancia excavada hasta ahora. (Fotografía: El País/Carlos Martínez)

Autor: Mariló T. A.