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Ancient Origins España y Latinoamérica

Albañil en paro de Marchena ha reunido durante años una valiosa colección con miles de fósiles y piezas arqueológicas

Se llama Manuel González Blanco, tiene 52 años y, desde hace tiempo, es albañil en paro. Hasta aquí, no difiere en casi nada de cualquier otra persona normal, pero la verdad es que Manuel sí que se diferencia de la mayor parte de los mortales. Su esencial diferencia radica en el hecho de que es poseedor de una importante colección paleo-arqueológica que él mismo ha ido reuniendo a fuerza de pasear por su comarca, junto a su perra Linda.

Son miles las piezas que ha ido recopilando este sevillano, sin necesidad de excavar, durante sus caminatas por enclaves cercanos a su localidad de Marchena.

HISTORIA DE MARCHENA

La villa de Marchena se ubica en pleno valle del río Guadalquivir, en la campiña sevillana, a unos 60 kilómetros de Sevilla capital. Con una economía netamente agrícola, se dedica sobre todo al cultivo del olivar y de los cereales.

La presencia humana en la zona se remonta hasta la Edad del Bronce, existiendo numerosos restos arqueológicos que así lo atestiguan. Pero la fundación del poblado de “Martia” (primera referencia histórica de su existencia) data del año 169 a. C.

En épocas romanas ya debió convertirse en un área de explotación agrícola que, posteriormente, con los musulmanes, fue denominada “Marsen´ah”. Fue en esta época, durante los siglos XI y XII, cuando alcanzó un gran desarrollo urbanístico y se levantó su muralla.

Fachada de la iglesia de Santa María de la Mota de la Villa de Marchena. (Flickr)

Pasó a manos cristianas a mediados del siglo XIII, durante el reinado de Fernando III de Castilla, hasta que en el año 1309, siendo rey Fernando IV de Castilla, fue concedida a Fernando Ponce de León, bisnieto del rey Alfonso IX de León.

Célebre por su Semana Santa, Marchena es también muy conocida por el importante conjunto monumental que alberga. De hecho fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en el año 1966, precisamente por el increíble conjunto de iglesias y conventos que alberga.

EL APASIONADO COLECCIONISTA

Desde dientes de jabalí, hasta puntas de flechas y de lanzas, pasando por todo tipo de abalorios, sílex labrados o hachas de piedra y agujas de hueso. Miles de objetos y de restos que se datan desde el Mioceno hasta el Neolítico son los que Manuel posee en su casa. Pero es que además de lo anterior, su colección también está integrada por fósiles de ostras gigantes, docenas de Ammonites  e incluso dientes de megalodones, los ancestros gigantes de los actuales tiburones: colosales depredadores del Mioceno que llegaban a superar los 25 metros de longitud. Son docenas y docenas de piezas perforadas, que se usaron como adornos, como vértebras de arcaicos tiburones igualmente taladradas en su centro para ser ensartadas y lucidas.

Recreación artística de un Megalodon persiguiendo a dos ballenas (Wikimedia Commons)

Manuel González Blanco ha asegurado en declaraciones a Efe que está convencido de haber descubierto "el colmo de un paleontólogo": los terrenos donde, antiguamente, se ubicaba un poblado neolítico cuyos habitantes reutilizaban los fósiles y las piezas del Mioceno como abalorios y como herramientas ya que, afirma con rotunda seguridad que en las proximidades de Marchena nuestros ancestros, ante la ausencia de rocas, no disponían de otros materiales duros, ni cortantes.

En toda su colección sólo aparece una pieza metálica: una punta de flecha de bronce que, como el resto de hallazgos, también descubrió a ojo, paseando. Nunca ha usado un detector de metales.

Apasionado autodidacta, Manuel se ha decidido a hacer pública su colección ante la queja de que ninguna institución da importancia alguna a sus hallazgos. Lo único que le han dicho, según cuenta, es que no siga recogiendo más objetos porque “descontextualiza las piezas”. González Blanco replica que “el contexto no existe” porque todo lo ha rescatado de escombreras y terrenos arados, de tierras de labranza mientras enseña, con orgullo, algunos fósiles de estrellas de mar que “hubieran ido a la hormigonera” si no lo hubiera impedido, hace años, cuando ejercía su profesión de albañil.

Manuel González Blanco mostrando una pequeña parte de su colección. (Foto: La Razón)

Pese al poco interés que asegura que han mostrado las autoridades con respecto a su colección, Manuel –que se enorgullece de que jamás ha vendido ninguno de sus valiosos objetos, pese a su precaria situación económica actual- sigue queriendo donarla para que se estudie y date debidamente y la disfruten niños y mayores. Eso sí, a ser posible le gustaría que permaneciese en su localidad. Así sus vecinos podrán conocer la historia de Marchena a través de su colección, desde los tiempos ancestrales en los que se hallaba cubierta por el mar hasta su pasada Edad del Bronce.

Imagen de portada: La colección de Manuel González incluye docenas de fósiles de Ammonites como los que aparecen en la imagen (Wikimedia Commons)

Autor: Mariló T. A.