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Ancient Origins España y Latinoamérica

Acuerdo prenupcial del antiguo Egipto en un papiro de más de dos metros de largo

Un documento bastante interesante del antiguo Egipto está siendo expuesto actualmente en el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago. De él podríamos pensar a primera vista que es un ejemplo de poesía egipcia o algún otro tipo de obra creativa. Pero no es nada de eso en absoluto, es el acuerdo prenupcial de una pareja que iba a casarse en breve.

Entonces, como ahora, informa Atlas Obscura, los acuerdos prenupciales tenían previsto garantizar la manutención de la esposa en caso de que el matrimonio fallara. De hecho, poca gente se da cuenta de que las mujeres del Antiguo Egipto gozaban de amplios derechos, como firmar contratos, iniciar procedimientos legales y acusaciones, ejercer de jurados, actuar como testigos y ser propietarias de bienes muebles e inmuebles. También podían presentar demandas de divorcio y se les garantizaba una pensión, siempre y cuando hubieran firmado un acuerdo prenupcial por supuesto.

El documento actualmente en exposición tiene una longitud de unos ocho pies (algo más de 2,40 metros) y está redactado en escritura demótica, una forma abreviada de jeroglíficos que se deriva de la escritura hierática. El documento garantiza a la esposa una compensación de 1,2 piezas de plata y 36 sacos de grano anuales durante el resto de su vida en caso de separación, según el Dr. Emily Teeter del Instituto Oriental.

Este acuerdo prenupcial del antiguo Egipto mide más de dos metros de largo. (Foto: Oriental Institute of the University of Chicago.)

“La mayoría de la gente no tiene ni idea de que las mujeres del antiguo Egipto gozaban de los mismos derechos legales que los hombres”, afirma el Dr. Teeter. Según la profesora Janet H. Johnson, que escribe para la Biblioteca de la Universidad de Chicago, estos contratos prenupciales eran “extremadamente ventajosos para la esposa” ya que le garantizaban unos ingresos para que pudiera vivir por su cuenta sin su anterior marido en caso de que le surgiera la necesidad de hacerlo. Sin embargo, también debía hacer frente a un pago inicial de 30 piezas de plata que debía abonar a su marido.

Otro acuerdo prenupcial se conserva en un compendio de documentos legales relacionados con la ciudad de Siut, del norte de Egipto. Este documento incluye una lista de los bienes que aportó la esposa al matrimonio y se compromete a su devolución total en caso de que el enlace finalice en una separación formal. La profesora Johnson cree que la familia de la mujer habría ejercido presión sobre el marido para que firmase este contrato.

Estos documentos eran redactados por escribas que asistían a las reuniones organizadas por el marido y su esposa a las que también acudían cierto número de testigos. El acuerdo debía ser leído en voz alta por la persona que lo proponía, y el escriba se encargaba de tomar nota de las condiciones en el lenguaje jurídico formal de la época. La segunda persona debía a continuación aceptar o rechazar las condiciones propuestas. El acuerdo por escrito se consideraba un documento legalmente vinculante y podía por tanto ser presentado como alegación ante un tribunal en caso de incumplimiento.

No obstante, las mujeres estaban aún subordinadas a sus maridos y su jerarquía social dependía por tanto de la ocupación de sus cónyuges. “A una mujer se le pregunta por su marido, a un hombre se le pregunta por su jerarquía”, se lee en las Instrucciones de Ani, un documento de la época del Egipto Imperial.

Las novias podían ser muy jóvenes, hasta de 14 años cuando se casaban. La edad mínima para los varones era de 17 años. Los padres egipcios animaban activamente a sus hijos a casarse siendo jóvenes, ya que la esperanza de vida en aquella época era bastante corta. El consentimiento de los padres era algo importante, pero las parejas aún tenían la posibilidad de casarse libremente si se enamoraban de forma natural. Las parejas más pobres probablemente no se tomaban la molestia de firmar acuerdos prenupciales ya que sus posesiones eran escasas y los servicios de un escriba bastante caros. En algunos casos, el padre de la novia y el futuro esposo se encargaban de redactar el contrato, y sus disposiciones se aplicaban independientemente de quién fuera declarado culpable de haber provocado la separación, incluso si la mujer había cometido adulterio un acto considerado como altamente reprobable en el Antiguo Egipto.

Relieve de una pareja real. (Wikimedia Commons)

Los acuerdos prenupciales comenzaban con algunos detalles básicos como:

  • La fecha (año de reinado del Faraón que ocupaba el trono en ese momento)
  • Los contrayentes (futuros marido y mujer)
  • Los nombres de los padres de los contrayentes
  • Profesión del marido (rara vez se mencionaba aquí a la mujer)
  • El escriba que redactaba y suscribía el contrato
  • Los nombres de los testigos

El documento continuaba describiendo las condiciones del acuerdo. Por ejemplo, un contrato de matrimonio del año 219 a. C. dice así:

“El tal Blemian, nacido en Egipto, hijo de Horpais, cuya madre es Wenis, ha dicho a la mujer Tais, hija de Khahor, cuya madre es Tairerdjeret: he hecho de tí una mujer casada. Te doy dos piezas de plata, la parte que te corresponde como mujer. Si te rechazo como mujer y te repudio y prefiero a otra mujer antes que a tí como esposa, te daré dos piezas de plata además de las dos piezas de plata mencionadas más arriba, y te daré un tercio de todo aquello que hayamos juntado entre tú y yo.”

El documento, una vez formalizado, era custodiado por un tercero o guardado y almacenado en los registros de algún templo local.

Las mujeres del antiguo Egipto gozaban de algunos derechos pero aún estaban subordinadas a los hombres (public domain)

En ocasiones el contrato hacía alusión a algún casamiento temporal que duraba aproximadamente un año, y en el cual la esposa se comprometía a concebir un hijo. En raras ocasiones, a pesar de que el adulterio se consideraba reprobable, el contrato permitía al marido cierto número de concubinas, aunque ninguna de ellas gozaba de los mismos derechos que se otorgaban a la esposa en el documento.

De forma bastante curiosa, el gobierno no prestaba interés al hecho de si los matrimonios tenían éxito o fallaban. El divorcio podía ser solicitado por cualquiera de las dos partes y se tramitaba con rapidez, teniendo ambos cónyuges derecho a volver a casarse tan pronto como quisieran después de la separación.

Imagen de portada: Segmento del papiro Egipcio que contiene un contrato prenupcial (The Oriental Institute of the University of Chicago.)

Autor: Robin Whitlock

Traducción: Rafa García

Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.