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Misteriosas mujeres construyeron los Megalitos de Portugal

Misteriosas mujeres construyeron los Megalitos de Portugal

Los europeos prehistóricos transmitieron leyendas sobre poderosas y misteriosas mujeres constructoras de los megalitos europeos, más conocidos como dólmenes y cromlechs. Según relataban, estas mujeres podían conceder riqueza, fertilidad en los campos y fantásticos regalos como la agricultura y la elaboración de la cerveza a quienes ellas quisieran, a cambio de solo un poco de leche. Sin embargo, por otro lado también fueron descritas como enojadas serpientes, protegidas por toros, capaces de maldecir a la gente y de acumular hasta el oro del mismo sol. Las imaginaban como hermosas serpientes de hendida pezuña o como mujeres-toro, que guardaban los dólmenes y podían hablar con los muertos, hacer girar los rayos del sol e, incluso, crear el mundo.

En su tesis doctoral de 2014, Henna Lindström de la Universidad de Helsinki ,en Finlandia, escribió sobre los cuentos tradicionales y las leyendas de antaño que giran en torno a los poderes sobrenaturales de las constructoras y guardianas de los dólmenes portugueses. La Señora Lindström estaba fascinada ante la gran cantidad de historias existentes, por todas partes de Europa, acerca de las Mouras Encantadas, nombre con que se conocía a estas misteriosas mujeres en Portugal.

 

 

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La Iglesia destruyó muchos dólmenes, pero declaró a otros lugares sagrados, como éste en Pavia, Portugal. Nótese al fondo 'el café Dolmen'. (Fotografía por cortesía de Henna Lindström)

La datación por carbono 14 demuestra que los europeos comenzaron a construir tumbas megalíticas entre el año 4800 a. C. y el 3800 a. C., época correspondiente a los comienzos de la Nueva Edad de Piedra o Neolítico. Al principio los megalitos era menhires, simples piedras verticales, aisladas; pero luego comenzaron a crear cromlechs o círculos de piedra. Los habitantes de Portugal fueron de los primeros en construir megalitos, allá por el 4800 aC. Sólo en Iberia hay más de 60 megalitos conocidos.

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Distribución de menhires y cromlechs del Neolítico en Europa. (Mapa por Cromwell)

En cuanto a las mujeres que los construyeron, “El Folklore deja bien claro que estas mujeres estaban cerca de ser omnipotentes: poseen vida eterna, juventud, belleza, riquezas, sabiduría y habilidades y conocimientos, que transmitieron a la humanidad. La mayor parte de estas habilidades conecta a las mouras … con la revolución Neolítica—las mouras enseñan a los humanos a hilar, tejer, a elaborar queso y cerveza, y a arar y además les entregan la oveja, el cerdo y la vaca como regalos", explica Lindström.

Lindström asegura que la lingüística une a las portuguesas mouras con muchas otras diosas europeas, incluidas las griegas Moirae, o Destinos, que guardaban los destinos de todos en sus mentes y ante quienes tuvo que responder hasta el mismísimo Zeus. Los Destinos, como las Mouras Encantadas, hilaban el destino de la humanidad sobre sus telares y luego lo cortaban al llegar la muerte.

"La lingüística aporta también pistas sobre las tareas de estas diosas moura-mari-marion conectándolas con los temas de la muerte y los espíritus, mientras que el folklore las conecta con la vida, la fertilidad, la salud y la antigua sabiduría", escribe Lindström.

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Los Tres Destinos pintados por Francisco de Goya (Wikimedia Commons)

Las leyendas varían con el paso del tiempo. Relatos más recientes nos hablan de las mouras como mujeres moras víctimas de un encantamiento eterno, obra de sus padres, para que guarden tesoros ocultándolos bajo tierra o en los dólmenes. Pueden haberse transformado en serpientes y estar custodiadas por furiosos toros. 

Otras historias cuentan que viven en palacios de oro y plata, esperando el día en que las liberen. Día que llegará cuando un hombre bese a la moura estando ésta bajo la forma de una gran serpiente. En otras versiones el hombre debe aceptar ser devorado para, luego, ser defecado nuevamente como humano.

"Estos intentos nunca llegan a cuajar y las mouras permanecen tristes y hechizadas, llorando tanto que de su llanto han nacido ciertos ríos y lagos", continúa Lindström.

Leyendas más antiguas, sin embargo, no mencionan una conexión morisca ni hablan de que fueran hechizadas, sino simplemente que vivían en el mundo subterráneo de las cuevas o dólmenes sin querer nada de los humanos excepto la leche, a la que se entregaban con pasión. Podían poseer tesoros y existir bajo la forma de cabras, toros o serpientes, transformándose a voluntad. También podían probar la moral de las personas y si éstas les parecían dignas, podían entregarles una recompensa. Pero las Mouras también eran rigurosas con la gente cruel. "El romper una promesa hecha a una Moura podía llevar a la muerte", apunta Lindström.

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Casa da Moura (‘Casa de la Mora’), un dolmen en Portugal (Wikimedia Commons)

En otras leyendas, que Lindström recopiló procedentes de fuentes portuguesas pertenecientes al tardío siglo XIX, la gente buscaba Mouras al mediodía, a medianoche o en pleno verano para que les ayudasen a sanar enfermedades, combatir la infertilidad o cambiar su suerte en el amor. Las mouras podían requerir una prueba moral antes de dar esa ayuda. En estas historias las Mouras vivían rodeadas de conejos, pollos y cochinillos, que podían entregar a la gente como regalos.

Existe otra categoría de historias en las que las Mouras constituyen la señal de que la muerte está próxima o donde se aparecen a mujeres que sufren un parto complicado para decidir el resultado final del nacimiento: si la madre y el bebé sobrevivirán o no. Además, las Mouras vivían en el mundo antes de la creación de la humanidad. Cuando surgieron los humanos estos las tomaron como unas “heroínas culturales”, puesto que enseñaron a la gente la agricultura, la ganadería, la navegación marina y la forja del hierro.

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Tumbas excavadas en la roca en Fornos de Algodres, Portugal, se dice que son el lugar donde las Mouras amasaban el pan (Wikimedia Commons)

Un ejemplo de constructora de dólmenes e hilandera de destinos de las Islas británicas, fue Cailleach Bheara. Lindström escribe de ella:

Como moura fue, simultáneamente, joven y vieja. A menudo cambiaba su aspecto al de una vaca o un toro. Como Ishtar de Babilonia y la germánica Holda, recuperaba su juventud bañándose cada centésimo año en cierto lago. Cailleach tenía muchos amantes y en algunas historias hijos astados. Dominaba los fenómenos meteorológicos: causaba nevadas sacudiendo su edredón  y provocaba tormentas y relámpagos haciendo uso de su martillo. Además de estos fenómenos, Cailleach dominaba también las estaciones. El invierno comenzaba y el paisaje se tornaba blanco cuando ella lavaba su capucha gris en el remolino de cierto fiordo y conseguía que comenzara la primavera lanzando su martillo bajo cierto arbusto de acebo. Cailleach era más vieja que cualquier otro ser vivo: ella había creado el paisaje en el que vivió y podía recordar el tiempo en que todo era diferente. Ella también había construido los dólmenes y muchos de ellos fueron conocidos tras ella. También se viajaba al Inframundo y hablaba con los muertos.

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Las tumbas megalíticas de Loughcrew, en el Condado de Meath están situadas en lo alto de Slieve na Calliagh (que significa " la montaña de la bruja ", refiriéndose a Cailleach) e incluyen una gran piedra conocida como " la silla de la bruja ". El “Cairn T” de Slieve na Calliagh es una clásica tumba pasadizo, en la cual los rayos del sol al amanecer en los equinoccios caen sobre el pasadizo e iluminan la cámara interior, llena de dibujos e inscripciones megalíticas grabadas en la piedra. (Wikimedia Commons)

Lindström también escribió sobre otra clase de leyendas, en la que las mouras o la Moura "llegaron a este lugar al principio del tiempo y le dieron forma: crearon sus colinas y valle y ríos, dolmenes y menhires y pinturas rojas sobre las rocas, y dieron a luz a niños, que posiblemente se convirtieran en los antepasados de la comunidad que transmitió esta leyenda. ¿Qué había antes de esto? ¿Una deidad femenina que era también el paisaje en sí mismo, de quien nacían los seres vivos y a quien ellos volvían por el inexorable ciclo de la vida? Posiblemente."

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A menudo las tumbas megalíticas están decoradas con pinturas y placas. Estas dos placas antropomórficas de piedra se hallan en la actualidad en museos portugueses. (Fotografía de Henna Lindström)

Escribiendo sobre los dólmenes, Lindström añade:

El arte y los símbolos de los dólmenes portugueses, así como su orientación hacia el sol naciente equinoccial o la luna llena, pueden ser vistos como indicadores de su fe en el renacimiento. Este arte en sí mismo puede ser visto como creado para guiar a la gente -viva, muerta y nonata- en su viaje entre los mundos de la vida y la muerte. Las tumbas megalíticas eran lugares de enterramiento y lugares para entierros rituales, pero es muy plausible que esa no fuera su única función y que ni siquiera fuese su función principal. Es probable que fueran como las actuales iglesias cristianas: centros espirituales alrededor de los cuales la comunidad se reunía y celebraba fechas y acontecimientos  importantes, negociaba y se ponía de acuerdo sobre asuntos concernientes a toda la comunidad, reforzándola.

Además, añadió que los obispos cristianos a medida que fue pasando el tiempo fueron prohibiendo las celebraciones anuales alrededor de los dólmenes. La Iglesia también destruyó algunos dólmenes y declaró otros como espacios sagrados cristianos. Sin embargo, la leyenda de las Mouras sigue presente, venciendo al paso del tiempo.

Imagen de portada: Cromlech de Almendres, Guadalupe, Evora, Portugal. (Wikimedia Commons)

Autor Mark MIller

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Mark Miller

Mark MillerEs un escritor de Ancient-Origins. Tiene una licenciatura en periodismo, es editor y escritor de periodicos y revistas, desde mucho se interesa de la antropología, la mitología y la historia antigua. Sus hobbies son escribir y dibujar. Lee mas
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