Categorías  
Laurisilva del Monte del Agua, en el Macizo de Teno, isla de Tenerife. Cedida por Green Fairy

La Laurisilva Canaria: Reliquia y testigo de la cultura Guanche

Hace alrededor de 20 millones de años, durante el Mioceno, los bosques de laurisilva se extendían por toda la cuenca mediterránea, el norte de África y el sur de Europa. Bosques pisados por los Calicoterios, el Hipparion y los Aceratheriums. Bosques de los que se originó la actual laurisilva canaria.

Estudios vienen a confirmar lo que ya se sospechaba desde siempre, que las Islas Canarias son auténticos museos naturales vivientes donde han logrado sobrevivir especies exclusivas y que, además, poseen una biodiversidad excepcional y única.

 

 

Los estudios y la biodiversidad canaria

Los Tilos, isla de La Palma (Flickr)

Diversidad de laureles de la isla de La Palma (Wikimedia Commons)

Dos últimos estudios científicos, publicados recientemente, ahondan en la importancia de las Islas Canarias como refugios de biodiversidad. Algo que tampoco debería sorprendernos demasiado si tenemos en cuenta que las Islas Canarias son, junto a las portuguesas Azores y Madeira, los territorios que albergan mayor densidad de endemismos de toda Europa y noroeste de África.

Estos estudios, llevados a cabo por el científico Mario Mairal, junto a colaboradores del Real Jardín Botánico de Madrid y del Instituto Botánico de Barcelona, han sido publicados en la revista Molecular Ecology y en ellos también se ha contado con la colaboración del canario Parque Nacional de Garajonay.

El primero de los dos estudios revela que en la antigüedad, un antiguo bosque subtropical, relacionado con la actual laurisilva, pudo extenderse a lo largo de todo el norte de África hasta que la gradual aridificación sufrida durante los últimos 7 millones de años habría provocado la aparición del desierto del Sáhara y la extinción de gran número de especies. Pero otras especies habrían logrado emigrar adaptándose a los archipiélagos macaronésicos y las regiones montañosas del Rift, al este de África.

Camino de las Vueltas, Macizo de Anaga, isla de Tenerife (Flickr)

Camino de las Vueltas, Macizo de Anaga, isla de Tenerife (Flickr)

De este modo, las plantas pertenecientes al género Canarina, como el célebre bicácaro canario (Canarina canariensis) vendrían a ser consideradas como reliquias vivas de aquel ancestral bosque subtropical desaparecido.

Por su parte, el segundo de los estudios se centra en el hecho de que las Islas Canarias, al ser de origen volcánico, crecieron desde el fondo oceánico, lo que conlleva una formación vinculada a múltiplesy diversos fenómenos geológicos, como masivas erupciones o deslizamientos gigantescos. Dichos fenómenos también habrían provocado la extinción de muchas especies pero, del mismo modo, habrían producido que las zonas estables se hubiesen convertido en refugios de otras tantas. Zonas que, por ejemplo, en la isla de Tenerife se corresponderían a las áreas de Anaga, Teno y Roque del Conde: las tres antiguas paleo-islas independientes que se unieron cuando el volcán Teide nació del fondo del Océano Atlántico.

El estudio concluye afirmando que, debido a todo lo expuesto, determinadas áreas de Canarias ejercen como auténticos museos naturales vivos, albergando no sólo a numerosas especies exclusivas, sino a especies que poseen una biodiversidad única y excepcional.

Flor del bicácaro canario (Canarina canariensis), reliquia viva del Terciario. Bosque de Los Tilos, isla de La Palma. (Wikimedia Commons)

Flor del bicácaro canario (Canarina canariensis), reliquia viva del Terciario. Bosque de Los Tilos, isla de La Palma. (Wikimedia Commons)

La laurisilva canaria

La bella laurisilva canaria, también conocida como “monteverde”, tuvo su origen en los antiguos bosques del Terciario, típicos de la cuenca mediterránea. Se trata de un tipo de bosque subtropical, constituido por una veintena de diferentes especies de árboles, bajo los que se desarrollan gran cantidad de helechos y musgos, al abrigo de sus sombras, su elevada humedad y sus temperaturas estables.

Por culpa de las glaciaciones y de los períodos áridos, dicha vegetación desapareció de los continentes permaneciendo en las islas Azores, Madeira y Canarias. A su vez, los vientos alisios propiciaron que al amparo del suave clima se desarrollase aún más la exuberante vegetación, reliquia del Terciario, con lo que las islas pasaron a convertirse en el refugio de multitud de especies terciarias hasta la actualidad.

La laurisilva debe su eterno verde a los diferentes árboles que la forman. En Canarias, de entre las 18 especies arbóreas que la forman, destacan el laurel o loro, el tilo, el viñátigo, el barbusano o el acebiño. Asimismo, entre los de frutos comestibles cabe destacar al madroño y al mocán.

Los Tilos, isla de La Palma (Flickr)

Los Tilos, isla de La Palma (Flickr)

Otra de las características esenciales de la laurisilva canaria es que constituye el ecosistema más rico en invertebrados y con mayor porcentaje de endemismos: sus condiciones lumínicas y su humedad favorecen el desarrollo de todo tipo de artrópodos, moluscos y lombrices.

Sin embargo la existencia de vertebrados en islas siempre es más pobre que en zonas continentales ya que la lejanía limita la llegada de muchas especies, sobre todo de mamíferos. De ahí que sean las aves las que dominen en número.

Entre las rapaces destacan el gavilán (Accipiter nisus ssp.granti), el aguililla (Buteo buteo ssp.insularum) que es el ave nidificante de mayor envergadura, el cernícalo (Falco tinnunculus ssp.canariensis) y el búho chico (Asio otus ssp.canariensis).

El mirlo canario (Turdus merula ssp.cabrerae), uno de los principales encargados de dispersar las semillas de la laurisilva (Wikimedia Commons)

El mirlo canario (Turdus merula ssp.cabrerae), uno de los principales encargados de dispersar las semillas de la laurisilva (Wikimedia Commons)

Además, resulta necesario destacar a dos importantes endemismos: la paloma rabiche (Columba Junoniae) y la paloma turqué (Columba Bollii). Probablemente ambas tuvieran mucho que ver con la llegada de la laurisilva a Canarias, trayendo las semillas del continente. Mientras que la turqué nidifica en árboles, la rabiche lo hace en andenes y riscos y, curiosamente, sólo ponen un huevo, mientras que la mayoría de especies de paloma ponen dos.

Otros de los pájaros de menor tamaño, insectívoros y omnívoros, típicos de la laurisilva canaria son el pinzón vulgar(Fringilla coelebs ssp.tintillon), el herrerillo (Cyanistes caeruleus ssp.teneriffae), el cuervo (Corvus corax ssp.tingitanus), el vencejo (Apus unicolor), el canario (Serinus canaria) y el mirlo (Turdus merula ssp.cabrerae), uno de los principales encargados de dispersar las semillas de la laurisilva por las islas.

Actualmente, las principales muestras vivientes de laurisilva en Canarias se encuentran en el Parque Nacional de Garajonay, en la isla de La Gomera, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; en la isla de La Palma, en El Canal y Los Tilos, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO y en la isla de Tenerife, en las áreas correspondientes al Monte del Agua del Macizo de Teno y en el Macizo de Anaga, recientemente nombrado a su vez, Reserva de la Biosfera por la UNESCO.

Parque Nacional de Garajonay, isla de La Gomera, la mayor reserva de laurisilva de las Islas Canarias. (Wikimedia Commons)

Parque Nacional de Garajonay, isla de La Gomera, la mayor reserva de laurisilva de las Islas Canarias. (Wikimedia Commons)

Los aborígenes canarios y la laurisilva

Los aborígenes canarios, comúnmente conocidos como “guanches” (aunque dicho término sólo se refiera, en realidad, a los oriundos de la isla de Tenerife), estaban formados por una serie de pueblos que, a la llegada de los conquistadores castellanos, a finales del siglo XV, se hallaban inmersos en su propia Edad de Piedra.

Los “guanches” usaban la laurisilva para aprovechamiento propio, pero no habitaban en su interior debido a las excesivas humedad y sombra. La naturaleza volcánica de las islas, así como su clima benigno les brindaba lugares más cómodos y seguros donde vivir, como gran cantidad de cuevas y cavernas. Sin embargo, sí que explotaban sus recursos.

La laurisilva les proporcionaba alimentos y materiales diversos para la construcción de viviendas, armas y utensilios de todo tipo. Así, con los brotes tiernos del aceviño elaboraban sus lanzas y palos de pastor con las que se ayudaban para descender barrancos, sus añepas de mando y los temibles banots, endurecidos al fuego, con los que fueron capaces de atravesar las corazas de los invasores castellanos.

Por último, los frutos del madroño o del mocán les servían como complemento vegetal a su dieta y, además, solían cazar bastantes ejemplares de palomas rabiche y turqué.

Escultura de Bentejuí y Tazarte, aborígenes canarios, saltando del roque de Ansite, isla de Gran Canaria. (Wikimedia Commons)

Escultura de Bentejuí y Tazarte, aborígenes canarios, saltando del roque de Ansite, isla de Gran Canaria. (Wikimedia Commons)

Imagen de portada: Laurisilva del Monte del Agua, en el Macizo de Teno, isla de Tenerife. Cedida por Mariló T. A.

Autor: Mariló T. A.

Imagen de Green Fairy

Mariló T.A.

Escritora freelance, bloguera y especialista en redes sociales, Mariló trabaja y colabora desde hace años en diversos medios de comunicación online. Apasionada de la naturaleza, los animales, la fotografía, la ecología, el biodinamismo, la espiritualidad, las civilizaciones antiguas, los viajes... Lee mas
Siguiente Artículo