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Portada - Los cruzados atacan Constantinopla, ilustración de un manuscrito veneciano de la historia de la Cuarta Cruzada escrita por Geoffreoy de Villehardouin. (Public Domain)

Del papiro al pergamino: la Biblioteca Imperial de Constantinopla

Muchos años después de la destrucción de las grandes bibliotecas de la Antigüedad, como las de Pérgamo y Alejandría, la Biblioteca Imperial de Constantinopla aún conservaba valiosos escritos de la antigua Grecia y el Imperio romano desde hacía casi 1.000 años. Situada en la capital del Imperio bizantino, esta biblioteca fue construida entre los años 353 d. C y 357 d. C. por orden del emperador Constancio II, quien se había percatado del deterioro de los antiguos textos escritos sobre papiros. En el scriptorium de esta biblioteca numerosos escribas se encargaban de la ardua tarea de copiar los textos de los volúmenes escritos en rollos de papiro a materiales más estables como pergamino o vitela. Se cree que el director de este equipo de escribas era Temistio, quien trabajaba directamente a las órdenes de Constancio II para la supervisión de la biblioteca.

Busto de Constancio II (CC BY-SA 2.0)

 

 

Busto de Constancio II (CC BY-SA 2.0)

El emperador Valente, hacia el año 372 d. C., continuó los esfuerzos de su predecesor Constancio II empleando a para ello a cuatro calígrafos de griego y tres de latín. Desde entonces, la mayor parte de los clásicos griegos que han llegado hasta nosotros lo han hecho gracias a las copias bizantinas creadas para la Biblioteca Imperial de Constantinopla. Sin embargo, ciertos tomos tenían preferencia respecto a otros. Quienes trabajaban de escribas, copiando los textos de papiro a pergamino, dedicaban una gran cantidad de tiempo y atención a preservar aquellos que creían más valiosos. Las obras más antiguas, como los clásicos de Homero y los escritos de la época helenística, eran prioritarias en comparación con las obras latinas posteriores. De manera similar, los autores más notables como Sófocles y los filósofos de su época, tenían prioridad en comparación con otros nombres menos conocidos.

Busto de mármol, posiblemente del emperador Valente (Public Domain)

Busto de mármol, posiblemente del emperador Valente (Public Domain)

Algunos historiadores opinan que la Biblioteca Imperial habría podido albergar hasta 100.000 volúmenes manuscritos, algunos de los cuales quizás procedieran de la antigua Biblioteca de Alejandría, rescatados del fuego que la destruyó. Sin embargo, los documentos que dan testimonio de la destrucción de la Biblioteca de Alejandría son contradictorios, y nuestros conocimientos acerca del contenido de la Biblioteca Imperial de Constantinopla son escasos. Parece ser que Alejandría poseyó una gran cantidad de volúmenes a lo largo de un extenso período de tiempo. Sin embargo, su historia se complica al saberse que la colección fue trasladada a diversos lugares en diferentes momentos; la colección fue entregada o destruida. Finalmente, cuando la Biblioteca de Alejandría quedó definitivamente destruida no está claro si se pudo rescatar algo de aquella colección. Si la Biblioteca Imperial de Constantinopla realmente albergó los 100.000 volúmenes de los que se habla, sin duda fue el mayor conjunto de conocimientos escritos del mundo occidental a principios de la Edad Media.

Biblioteca de Alejandría (Public Domain)

Biblioteca de Alejandría (Public Domain)

De forma similar a la Biblioteca de Alejandría, la historia de la destrucción de la Biblioteca Imperial de Constantinopla está envuelta en brumas. Según algunas fuentes, la mayor parte o incluso la totalidad de los volúmenes que formaban parte de ella fueron destruidos en un incendio en el año 475 d. C. Sin embargo, otras fuentes informan de que los responsables de la biblioteca, Constancio II y Temistio, trabajaron incansablemente para salvar y copiar de nuevo las obras perdidas en los incendios sucesivos. Las crónicas informan de incendios posteriores que provocaron un deterioro aún mayor de la colección a lo largo del milenio en el que la biblioteca permaneció en pie. De forma similar, algunos historiadores han sugerido que parte de la colección que se encontraba en el interior de la biblioteca fue adquirida más tarde por Carlomagno en el siglo VIII. Aunque volúmenes similares dieron pie a un renacimiento cultural en los siglos VIII y IX en la corte de Carlomagno, no está claro si estos volúmenes habían formado parte de la Biblioteca Imperial de Constantinopla o si se trataba de simples copias realizadas en la Biblioteca de Aachen de Carlomagno.

Carlomagno (izquierda) y su hijo mayor, Pipino el Jorobado. Copia del siglo X realizada a partir de un original perdido y datado en torno al año 830. (Public Domain)

Carlomagno (izquierda) y su hijo mayor, Pipino el Jorobado. Copia del siglo X realizada a partir de un original perdido y datado en torno al año 830. (Public Domain)

Además de la destrucción provocada por los incendios, el propio edificio, además de su colección de escritos, quedó dañado por ataques y guerras sucesivos, entre ellos la Cuarta Cruzada, en el año 1204. Durante el saqueo de la ciudad por parte de francos y venecianos se prendió fuego a la Biblioteca Imperial, destruyéndose muy probablemente gran parte de la colección. Los historiadores han observado que después de que el fuego devorase la ciudad de Constantinopla no disponemos de prueba alguna de la existencia de una Biblioteca Imperial en la época, ni de fuentes que mencionen la destrucción de los manuscritos. Por esta razón no está claro cuánto se perdió en los incendios, ni cuánto se pudo rescatar de ellos que fuera destruido más tarde. Se ha dicho del saqueo de 1204 que fue uno de los más provechosos y desgraciados de la historia. Se cree que los cruzados podrían haber robado y posteriormente vendido algunos de los valiosos manuscritos bizantinos.

Captura de Constantinopla en 1204, en el transcurso de la Cuarta Cruzada (Public Domain)

Captura de Constantinopla en 1204, en el transcurso de la Cuarta Cruzada (Public Domain)

Aunque no está claro cuánto sobrevivió a lo largo de los años después de los sucesivos incendios y saqueos, la biblioteca conoció su definitivo final a manos del Imperio otomano en el año 1453, cuando la ciudad de Constantinopla fue capturada y la biblioteca destruida junto con los volúmenes que aún quedaban en su interior. Aunque existen muchos documentos que hablan de textos que sobrevivieron a la ocupación otomana de la ciudad, no disponemos de pruebas sustanciales de que la biblioteca recuperase la gloria que había alcanzado en el pasado. En el siglo XIX, el profesor Carlyle, médico y “orientalista”, tuvo acceso a la colección de la biblioteca en la época posterior a la ocupación otomana. Sin embargo, Carlyle concluyó que ninguno de sus escritos presentaba indicios de poder remontarse a la antigua Biblioteca Imperial de Constantinopla.

Típica página del Palimpsesto de Arquímedes. (CC BY 3.0)

Típica página del Palimpsesto de Arquímedes. (CC BY 3.0)

El Palimpsesto de Arquímedes, sin embargo, es un caso aparte en la colección de escritos posteriores a la conquista otomana. Habiendo salido a la luz en 1840, fue traducido en 1915 y fue sorprendente hallado en una colección privada en 1998, siendo vendido poco después. El Palimpsesto era en su origen una copia en griego bizantino de una obra de Arquímedes de Siracusa y otros autores. Se trata de la única copia conocida en griego del “Stomachion” y el “Método de los teoremas mecánicos”, así como del tratado “Sobre los cuerpos flotantes”. Este texto podría ser la única prueba existente de que la colección que albergaba la antigua Biblioteca Imperial sobrevivió realmente, al menos en cierto grado, hasta la época otomana, llegando incluso hasta nuestros días.

Imagen de portada: Los cruzados atacan Constantinopla, ilustración de un manuscrito veneciano de la historia de la Cuarta Cruzada escrita por Geoffreoy de Villehardouin. (Public Domain)

Autor: Veronica Parkes

Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.  

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Veronica Parkes

Veronica Parkes se graduó en Estudios Mediterráneos Antiguos y Medievales de la Universidad Wilfrid Laurier en Waterloo, Ontario, Canadá. Durante sus estudios, fue asistente de investigación de un profesor de historia, lo que implicó la transcripción y traducción del latín... Lee mas
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