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Portada - Ataúdes colgantes en Sagada, Filipinas. (Fotografía: La Gran Época/KokLeng/Maurice Yeo)

¿Por qué y cómo hemos enterrado a nuestros muertos a lo largo de la historia?

Los ritos funerarios, al igual que la muerte, producen una mezcla de fascinación, misterio y temor. Estrechamente relacionados con nuestra forma de ver la vida más allá de la muerte y con la forma en que nos relacionamos unos con otros, estos ritos entroncan con lo más íntimo y atávico de nuestra propia naturaleza humana. A continuación, echemos un vistazo a las diferentes formas como enterramos a nuestros seres queridos, además de conocer cómo lo hicieron otras culturas anteriores a la nuestra.

‘La primera flor del pueblo’

Los Neandertales ya dejaban flores sobre las tumbas de sus seres queridos hace entre 35.000 y 65.000 años. El antropólogo Ralph Solecki, de la Universidad de Columbia, descubrió unos determinados fósiles en la década de 1950 y quedó sorprendido al encontrar indicios de ternura entre los neandertales, quienes no sólo dejaban flores en las tumbas de sus allegados, sino que también cuidaban y sanaban a los heridos y enfermos. El yacimiento, ubicado en el norte de Irak, se conoce como la Cueva Shanidar. Solecki se inspiró en sus hallazgos para escribir un libro titulado Shanidar: la primera flor del pueblo.

 

 

Vista exterior de la entrada de la cueva Shanidar, en el Kurdistán iraquí. (JosephV /GNU FREE)

Vista exterior de la entrada de la cueva Shanidar, en el Kurdistán iraquí. (JosephV /GNU FREE)

Ataúdes colgantes

La cultura Bo, originaria de China, es hasta el momento el primer grupo étnico conocido por colgar sus ataúdes. Los suyos son los más antiguos, remontándose hasta hace unos 2.500 años, en la zona de las Tres Gargantas. Estos ataúdes también pueden encontrarse insertados en los acantilados de Filipinas, Indonesia y otras regiones. Li Jing escribió durante la dinastía Yuan (1279-1368), en sus “Breves crónicas de Yunnan” lo siguiente: “Los ataúdes en lo alto se consideran un buen augurio. Cuanto más altos están, más positivo es para los muertos”.

Algunos expertos opinan que esta práctica procedería de intentar acercar lo más posible el cuerpo del fallecido a los cielos, para su resurrección, manteniendo los cuerpos lejos de los animales depredadores. Sin embargo, otros entendidos defienden que dicha costumbre se debía a que las buenas tierras de labor escaseaban y, de este modo, disponían de mayor espacio para las faenas agrícolas. La verdad es que esta práctica ha continuado en tiempos modernos en algunas regiones como Echo Valley, Sagada, Filipinas, donde hasta hace tan sólo un siglo seguían colgándose ataúdes.

Ataúd colgante en el río Shen Nong, Hubei, China. (Peter Tritthart/GNU FREE)

Ataúd colgante en el río Shen Nong, Hubei, China. (Peter Tritthart/GNU FREE)

Entierro en el mar

A lo largo de la historia, los cadáveres de muchos navegantes y marinos de todo el mundo han sido arrojados al mar. La web oficial de la Marina de Estados Unidos describe que “en épocas anteriores, el cuerpo era cosido a un sudario, generalmente de lona”. Por su parte, Royal W. Connell y William P. Mack, relatan en su libro, Ceremonias navales, costumbres y tradiciones, que el sudario era cosido generalmente por un remendador de velas o por un compañero del fallecido: “el remendador de velas, al coser la cubierta de lona, da la última puntada a través de la nariz de la persona fallecida. El cuerpo es pesado, por tanto se hundirá hasta el fondo y el fallecido ya reposará por siempre en su nicho de “Davy Jones” (argot para referirse al fondo del mar).”

Los enterramientos en cuevas de Hawai

En Hawái se han encontrado muchas sepulturas dentro de cuevas, en todas las islas del archipiélago. En algunas, los fallecidos fueron atados en posición fetal. Los aborígenes creían que los huesos de los muertos disfrutaban de un gran poder divino. Por ello era muy común asaltar las sepulturas para robar los restos de aquellos cuerpos, considerados como un absoluto tesoro. Lamentablemente, pocos yacimientos han quedado intactos para los investigadores.

Entierro en el mar de los caídos del USS Intrepid, bombardeado por los japoneses en el transcurso de unas operaciones en Filipinas, 26 de noviembre de 1944. (Public Domain)

Entierro en el mar de los caídos del USS Intrepid, bombardeado por los japoneses en el transcurso de unas operaciones en Filipinas, 26 de noviembre de 1944. (Public Domain)

¿Por qué se entierra a los muertos?

En la antigua Grecia, se pensaba que los muertos sin enterrar sufrían muchísimo. De hecho, en La Odisea de Homero, el fantasma de Elpenor no puede encontrar la paz en el reino de los muertos hasta que su cuerpo es enterrado. Por su parte, en la tragedia griega “Antígona”, escrita por Sófocles en torno al año 441 a. C., el rey de Tebas ordena que el cuerpo de un presunto traidor permanezca sin recibir sepultura. De este modo, su alma sufre y vaga sin rumbo por toda la Tierra eternamente.

Más adelante, llegada ya la Edad Media, los cristianos jamás quemaban los cadáveres porque su fe les aseguraba que el Día del Juicio Final serían resucitados y, junto con sus cuerpos físicos, serían elevados al cielo.

Tumba antropomorfa medieval de la Iglesia de Sant Esteve de Canapost, Gerona, España. (Public Domain)

Tumba antropomorfa medieval de la Iglesia de Sant Esteve de Canapost, Gerona, España. (Public Domain)

En muchas culturas se cree que las almas se pierden o padecerán sufrimientos si no son guiadas al cielo o si sus cuerpos son perturbados. Thomas W. Laqueur, profesor de Historia en la Universidad de California, en Berkeley, suele citar a Hugo Grocio, padre del Derecho Moderno, quien declaró que negar una sepultura era causa justa para iniciar una guerra y escribió a principios del siglo XVII:

El derecho a la sepultura es común a todas las naciones civilizadas, y es el reflejo de nuestra naturaleza compasiva, religión y humanidad.

Para Laqueur, sin embargo, la razón por la que enterramos a nuestros muertos es para consolar a los vivos. Viene en parte, por “la necesidad de hacer que viva algo, de algo que sabemos que está muerto”.

Imagen de portada: Ataúdes colgantes en Sagada, Filipinas. (Fotografía: La Gran Época/KokLeng/Maurice Yeo)

Autor: Tara MacIsaacLa Gran Época

Este artículo fue publicado originalmente en La Gran Época y ha sido publicado de nuevo en www.ancient-origins.es con permiso. 

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